Octavio
Este día me tocó ver como una mamá perdió a su hijo, hoy me tocó ver como una mamá con sus ojos llenos de impotencia y un llanto que le salía desde el alma reclamaba a su niño, hoy me tocó ver de cerca el precio real de la industria láctea, bebés sin sus mamás y madres con heridas mucho peores que las físicas, heridas del corazón, desesperadas por no poder evitar que se lleven a sus hijos. Le prometimos a ella que esta despedida sería distinta a las despedidas de las lecherías en la industria, porque hoy se despedía de su hijo para que él pudiera tener una vida como la que se merecen todos, en libertad y con respeto. Si no rescatabamos a Octavio hubiera terminado en el matadero, porque la vida de ellos no es lo suficientemente valiosa según el valor monetario absurdo que les impusimos los seres humanos. Porque la vida de ellos representa pérdidas para la industria, pues la leche que se suponía debía alimentar a Octavio, será usada para consumo humano, la vida de ellos se mide en yogures, quesos, leche y demás. La vida de ellos no es de ellos, la vida de ellos decidimos tomarla para nuestro beneficio, y hemos olvidado que también sienten. Con Clementina aprendí que sienten amor, empatía, lealtad, paz. Con Abelardo aprendí que aman con muchísima tranquilidad y humildad. Con Octavio y su mamá aprendí que ellos sienten dolor, que un bebé lejos de su madre llora, que les salen lágrimas al igual que a nosotros, que ellas son unas madres increíbles, dispuestas a hacer cualquier cosa por sus bebés ¿Entonces dónde está la diferencia? ¿Porque amar a unos y condenar a otros?